El Juvenil A se reencuentra con la victoria en un partido correoso contra el Atlético Casarrubuelos.
El último domingo de noviembre, nuestro protagonista se levantó pronto para desayunar. Tras el vaso de colacao, y remolonear un poco con el mando de la tele y el móvil, se puso a la tarea. No era lo que más le apetecía precisamente: había partido del tercera a las once y media, estaban los cantos de sirena de la consola, o incluso simplemente, estar de tranqui pensando en qué pensar mientras escuchaba música. Pero sabía que esa tarde la tenía comprometida porque el equipo, su equipo, tenía partido, contra el EF Atlético Casarrubuelos.
Y sobre todo sabía que el fútbol a nuestro nivel implica sacrificios como este, y que debía darle caña a esas tareas para poder seguir haciendo lo que más le gustaba.
Así trascurrió la mañana de tarea, con alguna mirada furtiva al whatsapp incluida, pero llegaba la hora de comer y eso significaba que la hora del fútbol se acercaba inexorablemente. Y se le empezó a poner la sonrisa en la boca, si bien es cierto que no pudo evitar torcer el gesto al ver en el telediario como la barbarie volvía a asomarse a la actualidad con un campo de fútbol al fondo.
Pero nuestro protagonista no pudo evitar volver a pensar en el partido. Por variados motivos este encuentro estaba marcado en rojo en el calendario. Era un día D.
Cuando comenzó el encuentro, pese al calentamiento volvió a notar ese aire frio tan a mala leche típico de un último domingo de noviembre a las seis de la tarde. Y pese a llevar tanto concentrado en el partido, los primeros amagos de peligro fueron para el Casarrubuelos, con un par de sustos que quedaron en eso por la fenomenal coordinación entre la zaga colmenareña liderada por Portillo y Jerez y el guardameta Uge. Ofensivamente, los franjirrojos trataban de aplicar su propuesta, pero el trabajo del conjunto visitante lo convertía en una especie de acertijo. Pero algo tenía la fórmula. Y algo positivo sin duda ya que cuando en la medular Gil, Ivan y Diego hallaban la solución, no se escuchaba Eureka! Pero la delantera colmenareña titular para la ocasión -con Tonny, Kike y Carlos Forcano- pisaba área con peligro inusitado, gozando de varios mano a mano. El césped no cogió dibujo de cuadros, pero al partido se le empezó a poner pinta de partida de ajedrez que acabaría en tablas.
(y aprovechando el descanso, permítanme un apunte respecto al rival: el At. Casarrubuelos tuvo el buen o GRAN gesto, de no presionar el saque de un balón que se había desplazado a banda para que un jugador dañado fuese atendido. Buen gesto por lo inhabitual y GRAN gesto por lo deportivo. Respeto para la plantilla y cuerpo técnico del equipo. La grandeza también está en esos detalles, asi que bravo)
Hablábamos antes del break de ajedrez, pero no, no fue así. Algo comenzó a fraguarse en el descanso sin duda, y la presencia amenazante de Botey en la izquierda y Chicho por la derecha no podía sino representar malas noticias para el conjunto rojiblanco, aunque esta vez vistiera de negro. Las soluciones fueron llegando cada vez con más frecuencia, con Iván y Diego dejando la escuadra y el cartabón para ponerse el mono y el casco, ya habrá días para la poesía. Para colmo el banquillo apareció y terminó de apretar las tuercas al césped. Se incorporaron Cristian por Alex Gil y Monir por Tonny, habiendo roto los sustituidos el cuentakilómetros de sus botas. Los recién incorporados terminaron de encender la mecha, y precisamente un balón largo de Cristian, pareció irse algo largo, cayendo en terreno de nadie, o en el terreno de los que tienen fe. Y quien sino Monir, para lograr un tanto de bellísima factura superando al defensor por velocidad física y de reflejos y al portero con un sutil toque con el interior del pie. Un gol de esos que solo logran los Totti, Hazard.. y sí, Benzema. El que avisa…ya saben el refrán.
Al protagonista de nuestra crónica, que no es otro sino un ente imaginario compuesto por todo el Juvenil A de la AD Colmenar Viejo, se le puso la sonrisa como hacía mucho no se le ponía, tras el varapalo de la semana anterior en el derbi, y la derrota del partidos anterior, por fin volvían a comenzar mandando en el marcador y con una actuación a nivel defensivo que rozaba el sobresaliente.
Y si solo lo rozó fue porque apenas unos minutos después del gol de Monir en el probablemente único error de bulto de la defensa colmenareña durante los noventa minutos, el rival encontró un pozo de petróleo que ya quisiera para sí alguna petrolera en sus prospecciones. Oro puro para un equipo que lo había merecido quizá más en otras fases del partido pero le llegó cuando más oportuno no podía ser.
Y en este momento perdonen que me levante. Pero debo decir que la reacción de los nuestros a semejante varapalo fue la mejor posible, seguir remando, saber acrecentar lo que estaba funcionando en busca de la recompensa. Y no les hablo de no bajar los brazos asi en general, no, les hablo de sacar cada uno su mejor versión en casi todas las variables cuando el frio y runrún en el aire lo único que podían transmitir eran dudas. A nuestro protagonista le dio igual. Les hablo de un equipo que en esa circunstancia, con ese background de resultados ya mencionado, estuvo psicológicamente, a nivel actitudinal, cognitivivo, emocional, y conductual, de Matrícula de Honor. Y a nivel físico, espectacular, con incluso jugadores que habían llegado al partido tocados como Kike creciendo en protagonismo según pasaban los minutos. Y a nivel fútbolístico, provocando cuantas situaciones perjudicaban al rival. Se incorporaron al césped Edu Leles y David Lillo, duro fajador y fino estilista, respectivamente, completando el argumentario futbolístico del conjunto local.
Y, sucede, que cuando un equipo ya está en la zona de ganar los partidos, hay que meter el gol. Y sucedió que tras un pase del omnipresente Monir, Carlos Forcano culminaba magistralmente el mano a mano y el partido con su (atención) séptimo tanto en 12 jornadas. Por él, por todos sus compañeros y por el equipo primero. Y la piña que se formó tras el gol fue casi tan espectacular como el mismo, así como la celebración en la grada. Yo creo que sentí como si estuvieran a mi lado a Pablo Arroyo, Jose Martínez, Adrien Loens, asi como a los Villa, Edu, y Duri del Aficionado B y la parte de la parroquia del equipo local que decidió cambiar sofá y manta por frio, aire en la cara y emociones fuertes.
Igual que por la mañana nuestro protagonista se levantó pronto para sus tareas el último domingo de noviembre de 2014 porque luego tenía fútbol.
Porque te renta.
Nos recordaron que cada sacrificio merece la pena: Uge, Chicho (Lillo), Botey, Portillo,Jerez (Leles), Gil (Cristian), Iván, Diego, Tonny (Monir), Kike, Carlos Forcano y Jose A. Jimenez.
